Tras bambalinas, cuando los focos se apagan, los aplausos y el espectáculo se diluyen en el silencio y cuando el glamour del show llega a su fin, nos damos cuenta de que queda lo que queda; el negocio de esta industria que no se diferencia de cualquier otra: oferta y demanda.
En los últimos 20 años la industria musical ha cambiado mucho, sí, pero menos de lo que debería y tarde, muy tarde. Hemos asistido a la llegada de las nuevas tecnologías, que han modificado nuestra forma de ver este negocio. Esto ha propiciado en algunos casos una lucha encarnizada entre la vanguardia y algunos de los viejos dinosaurios de las discográficas, que han intentado evitar lo inevitable a toda costa, consiguiendo sólo perjudicar a su propia empresa con su ostracismo.
Es cierto que la piratería es negativa para el sector, ya que es rebajar a cero el trabajo de muchos implicados en el proceso de creación y lanzamiento de un éxito que le ponga banda sonora a nuestras vidas. Detrás de esa canción hay un autor, un productor, un intérprete, unos ejecutantes, marketing, radio, estrategia, los implicados en el videoclip, maquilladores, contabilidad…el trabajo de toda esa gente se reduce a la nada en cada descarga ilegal. Pero una vez dicho esto, hagamos un ejercicio de sinceridad, y entonemos nuestro “mea culpa”: la piratería ha sido un efecto acción – reacción del consumidor a determinados excesos instaurados desde hace muchas décadas en el “show business”.
Tiempo atrás en la industria de la música se movían toneladas de dinero y el saco se rompió por abusar. ¿ Qué era eso de componer 5 “temazos” y meter 2 en ese trabajo para guardar los otros tres para el siguiente disco?, o que a una gira vaya el “primo tercero del amigo del ayudante de mi tío Manolo el del pueblo”?…¡es que le hace mucha ilusión ver cómo funciona esto de los conciertos por dentro!…
La consecuencia de todo este despilfarro de personal innecesario y de medios en general, tenía que repercutir en costes que por algún lado se debían recuperar, y efectivamente, lo habéis adivinado, se volcaba en el precio final del disco.
Resultado; el melómano de turno se harta de que, a cambio de un mayor coste, los discos cada vez ofrezcan menos (2 buenos temas y otros 10 de relleno); por lo que se busca alternativas, legales o no, para conseguir su música favorita. Ojo! no excusamos en estas líneas la piratería, pero explicamos que de los abusos nunca pueden esperarse resultados favorables, porque la gente no es tonta. La historia nos recuerda que el “estraperlo” ha funcionado siempre cuando a la sociedad se le ha “apretado” en exceso.
Ante la pregunta de qué fue antes, si el huevo o la gallina, sería demasiado largo de analizar, el caso es que el modelo de la industria musical ha cambiado y, tras agarrarse a clavos ardiendo demasiado tiempo, las “entidades” han encontrado opciones como el “streaming” (Spotify, Apple Music…), y se han unido al uso de herramientas novedosas como las redes sociales.
Como conclusión, se podría afirmar que a día de hoy, el mercado musical es más “justo” porque los artistas incipientes tienen muchas más plataformas para poder ser escuchados que antaño (aunque les pese a las “major”), pero más “autodestructivo” a cambio, ya que cualquier chaval con nulo talento pero con buen físico, solo por tener muchas “followers” en sus redes sociales, puede firmar con una discográfica… que ya le hará parecer un “crack” cantando…
Es cierto que gente sin talento ha salido a la palestra en todas las épocas pero…ahora es una plaga!. El éxito se mide por el número de “likes” o “views” no por el número de bellos erizados al escuchar un tema. Estamos rodeados de productos “reciclables”, bellezas que degustarán el adictivo sabor del éxito durante un disco hasta que lleguen los siguientes, igual de horribles cantando, pero más altos y más guapos.
Las canciones cada vez son más vacuas porque el último trozo del pastel, la autoría, ha sido secuestrada y convertida en un cúmulo de conveniencias (ahora las canciones tienen entre 3 o 6 autores, ¿ por qué será?). Los directores artísticos de las discográficas ya no son musicólogos con un toque de locura, son gestores. Me pregunto qué pasaría en 2016 si un chaval afeminado con bigote de general mostrara una pieza arriesgada como “Bohemian Rhapsody” a un “A&R” en cualquier disquera…bueno, esa respuesta la sé, “Queen” jamás existiría.
No me gustaría terminar con un sabor amargo este escrito, por tanto me gustaría decir que hay esperanza, hay mucha gente con talento que serán los futuros “covers” que todos cantaremos. Aún queda algún loco suelto que apuesta por la calidad y por hacer carreras y no solo “hits”. Brindo por esos Quijotes que se están encargando de que en un futuro nuestras vidas sigan con banda sonora…al menos una que merezca la pena escuchar.
Fernando Fu
Compositor, productor y miembro del grupo “Paralelo 40”