Aproximadamente el 30 por ciento de las proteínas del cuerpo son colágeno, molécula que se encuentra en la piel, el cartílago y los tejidos conectivos.
A medida que envejecemos la producción de colágeno va reduciéndose y eso tiene consecuencias en nuestro organismo, por este motivo los expertos recomiendan incluirlo en la dieta.
Aunque fundamentalmente se conoce el colágeno como componente de cremas y productos de cosmética que ayudan a retrasar la pérdida de la elasticidad de la piel y a aumentar la tersura de la misma, lo cierto es que tomar colágeno también está relacionado con las articulaciones y enfermedades como la artrosis.
De hecho, Ingrid Möller, del Instituto Poal de Reumatología en Barcelona, destaca que en numerosos estudios científicos in vitro e in vivo se ha comprobado que la ingesta de colágeno estimula la síntesis de colágeno tipo II, proteoglicanos y ácido hialurónico, lo que se traduce en que ayuda a incrementar la densidad mineral ósea.
La experta indica que la administración de colágeno también manteniene la flexibilidad y lubricación de las articulaciones y favorece la óptima conservación del cartílago. “Diversos estudios clínicos demuestran que incorporar a la dieta el consumo de colágeno ayuda a reducir el dolor articular y a mejorar la funcionalidad de las articulaciones en pacientes con artrosis”, añade Möller.
Principalmente podemos encontrarlo en tres tipos de alimentos:
Carne: los callos, los morros, las patas de vaca, las manitas de cerdo o los caldos de hueso, entre otros, son ricos en proteínas y colágeno.
Pescado: si bien el porcentaje de colágeno en los pescados es menor, en comparación con las carnes, estos también poseen una importante cantidad de esta proteína, en concreto en la escamas.
Gelatina: la gelatina posee casi un 90 por ciento de la proteína del colágeno; además es baja en calorías.