Destino turístico relativamente desconocido y que actualmente se ha hecho conocida por declararse el nivel máximo por el Coronavirus.
Un destino que cuenta con grandes atractivos como los testimonios del budismo, vestigios de las eras imperiales, localidades balnearias y enormes paisaje.
En la costa oriental, las montañas (Taebaek Sanmaek) se hunden en el mar, embelleciendo el paisaje e invitando al senderismo.
Abundan los parques nacionales; los más conocidos son los de Soraksan, el parque del canal de Hallyo y sus islotes.
La floración de la primavera coreana es muy famosa: su ejemplo más notable es el los cerezos de la región de Pusan.
Al sur, la isla de Cheju (la isla de los dioses), es la favorita de los surcoreanos y sobre todo de los recién casados en luna de miel, por sus playas, sin duda, pero también por sus múltiples cráteres dominados por el monte Halla.
Entre las ciudades testimoniales, Kyongju, la antigua capital real, es la más rica arquitectónicamente: tumbas reales, observatorio, vestigios de pagodas cuadradas, Budas de piedra, terrazas del monasterio Pulkuk-sa, Buda tallado en un bloque de granito blanco en la gruta de Sokkuram. La pagoda de piedra de cinco niveles del s. VI, edificada en Puyo.
Séul, la antigua capital de la dinastía Li, conserva las huellas de esta época gracias a sus palacios (kyongbok, Changdok, Toksu), transformados hoy en día en museos.
La capital surcoreana, igualmente rica en santuarios (jonfmyo), templos (jogyesa), mercados tradicionales y un Museo Nacional con colecciones de cerámicas y esculturas budistas. Uno de los principales puntos de interés de la ciudad es su antigua villa olímpica.
Las costas, por hermosas que sean, las playas no deberían ser el único motivo para visitar Corea del Sur. Son relativamente numerosas tanto en la costa este (Hwajinp´o, Naksan, Kuongp´ odae, Haeundae) como en la costa oeste (Songdo, Malli´o. Taech´on, Pyonsan).