Donald Trump está pasando seguramente por uno de los peores momentos desde que llegara al Gobierno de los EEUU. La crisis de la pandemia de Covid-19 ha hecho que muchos ciudadanos pusieran en duda la gestión del máximo mandatario, que siempre se mostró algo negacionista respecto a los efectos devastadores del virus.
Ya semanas atrás se producían protestas en todo el país de seguidores y detractores de las decisiones de Trump al respecto de la salida del confinamiento. Incluso a nivel político, se las vio en numerosas ocasiones con gobernadores de diferentes estados ( la mayoría del Partido Demócrata ) que le discutían la «tibieza» con la que el máximo mandatario de la Casa Blanca se tomaba el Covid-19.
Pero ahora le ha surgido un problema mayor, uno recurrente que siempre está presente en los EEUU, y que subyace desde la propia guerra de secesión: el racismo.
Hace unos días, y de nuevo, se produjo una actuación policial dudosa contra una persona negra, que resultó muerta por asfixia mientras un policía blanco le presionaba el cuello con la rodilla para reducirle. Las imágenes no tardaron en correr como la pólvora por redes sociales, lo que provocó la salida en masa de la población en protesta a lo ocurrido. Esas protestas han aumentado en intensidad en los últimos días, y también en violencia. El punto álgido de los disturbios se ha producido durante la noche, al decretarse el toque de queda, comenzaron a quemarse coches, contenedores e incluso una iglesia.
Estos sucesos han hecho que el presidente de los EEUU tuviera que ser recluido en el búnker de la Casa Blanca en previsión a un posible descontrol de la situación que pusiera en peligro su integridad física.
Parece ser que la detención del policía implicado en los hechos, no ha servido para calmar los ánimos. Derek Chauvin ya había sido expulsado del cuerpo de policía al estar inmerso en otro suceso anterior junto a otros tres compañeros, que también fueron expulsados.