Visitar el Valle Salado de Añana es viajar al mundo anterior a los frigoríficos y los envases al vacío, cuando la sal resultaba tan necesario para la conservación de los alimentos que la gente aceptaba de buen grado que le pagaran con cierta cantidad de ella.
Al oeste de Álava, a 90 kilómetros de la playa más cercana encuentra el Valle Salado de Añana, hubo un mar hace 200 millones de años, cuya sal hoy aflora diluida, con un caudal medio de tres litros por segundo y una salinidad de más de 250 gramos por litro. Desde tiempo de los romanos, la sal se ha extraído exponiendo el agua al calor del sol sobre eras o terrazas de madera que, en un número aproximado de 2000, forman un mosaico alucinante junto al pueblo.
Salinas de Añana
En el centro de visitantes, en la localidad de Salinas de Añana, comienzan los diferentes recorridos guiados que pueden hacerse por el valle Salado. La visita general, de una hora de duración, ofrece la oportunidad de conocer el proceso de recuperación de este paisaje cultural que estuvo a punto de perderse a mediados del siglo XX, cuando la actividad salinera dejo de ser rentable.
También permite comprender los procesos geológicos que hacen aflorar la sal en este enclave y apreciar su fauna y su flora singulares. Y es que tanto las salinas como el cercano lago de Arreo, cuyas aguas tienen similares características, están incluidos en el listado de humedades de relevancia internacional.
Entre los meses de abril y octubre, se puede visitar el spa salino al aire libre, donde pueden sumergirse los pies y las manos en las aguas hipersalinas a fin de aprovechar las conocidas propiedades terapéuticas de las mismas. Además existen otras posibilidades de visita como el taller salinero o las catas, en las que se prueban las diferentes variedades.
Estas, se comercializan ya en alrededor de 20 países y que pueden adquirirse en el centro de visitantes o probarlas en los restaurantes de los alrededores.