El gobierno español ha anunciado su intención de acabar con cualquier forma de vehículo que necesite de combustión para circular para el año 2040. Ni gasolina, ni diesel ni siquiera híbridos. Sanchez busca una España libre de humos y contaminación. ¿ Pero está España realmente preparada para semejante cambio ?
La intención puede resultar ser buena, pero lo cierto es que España aún no tiene una estructura acorde para tener un parque móvil de coches exclusivamente eléctricos. Las estaciones de servicio para recargar aún se cuentan con los dedos de una mano, pese a los esfuerzos de algunas conocidas compañías en potenciar los puntos de recarga en sus gasolineras. Tampoco el Estado ha realizado una inversión muy fuerte para fomentar este tipo de vehículos. Sirva de comparación el millón y medio de euros invertido por Reino Unido respecto los menos de 100 millones que España ha dedicado a este asunto.
En añadido, no se trata sólo de poner puntos de carga en toda la geografía española, sino que se solucionen asuntos mucho más «domésticos» como qué hacer cuando quieres colocar un punto de recarga en un parking de tu comunidad de vecinos…¿ quién paga esa luz que recarga el coche ? ¿ toda la comunidad ?. Es evidente que habrá muchos problemas en ese sentido. Lo mismo ocurre cuando te desplazas a un hotel fuera de tu ciudad de origen; ¿ el hotel estará preparado para poder recargar el vehículo con el que se viaja ?.
Todas estas dudas sin contar que los puntos de recarga pueden ser rápidos o lentos. Esto supondrá muchos minutos y horas perdidas sentados en lo que ahora son gasolineras esperando a que el coche se cargue para proseguir con nuestro viaje.
A la vista está que realizar un anuncio de este tipo, teniendo en cuenta la tremenda repercusión que puede tener en un sector como el automovilístico tan importante para España, debería estar sustentado por unas medidas que le acompañen y que garanticen el acceso a la compra de ese tipo de vehículos al público en general ( con ayudas ). Esto sin olvidar el obligado apoyo a las grandes marcas, que deben enfrentarse en los próximos años a un cambio total en su cadena de producción, que les va a generar unos costes imposibles de cuantificar aún.