El negocio de los coffee shops de Amsterdam está en plena decadencia. La desaparición de este tipo de locales de la capital holandesa es un hecho en los últimos años. Desde la década de los 90 han echado el cierre el 50% de los establecimientos, algunos de ellos famosos como el «Mellow Yellow», el más antiguo de la ciudad que cerró el pasado mes de diciembre.
Esta situación está empezando a preocupar a las autoridades holandesas. En cualquier otro país supondría un motivo de alegría desde un punto de vista sanitario, pero en un país que ha convivido con naturalidad con este tipo de locales, su cierre es razón para pensar dónde se reubicará la droga que ya no se venda allí. La sensación de que la venta y consumo de estas sustancias estupefacientes pueda desplazarse a la vía pública mantiene en alerta a la policía del país.
Desde un punto de vista económico, el turismo también se puede ver resentido. No cabe duda que es un reclamo para los extranjeros, acostumbrados a duras medidas antidrogas en sus países y que al llegar a Holanda piensan que es el paraíso europeo para el libre consumo de las mismas. Pero nada más lejos de la realidad, ya que el hecho en si de que se pueda vender en establecimientos hace que cualquier acto que suponga saltarse la ley fuera de ellos se vea duramente castigado.
Las autoridades del país intentan mantener un difícil equilibrio entre las nuevas normativas restrictivas que se van aprobando, como la prohibición de que haya un coffee shop a menos de 250 metros de una escuela, con la realidad de que sirven de control al consumo de drogas «blandas» por parte de los jóvenes. Muchos son los que piensan que no se le pueden poner puertas al campo, y que los jóvenes fumarán marihuana igualmente aunque estos negocios cierren, llevando a la clandestinidad la venta de estas sustancias.