El secretario español de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, ha señalado que hay un bloque de países convencidos de que se avanza en la negociación y una sociedad que sigue empujando, lo que «nos hace albergar la esperanza de que esta cumbre sea capaz de dar las respuestas adecuadas sobre la capacidad de acuerdo de la comunidad internacional».
Como suele ser costumbre en estas citas mundiales climáticas, el final podría prorrogarse hasta el sábado y, aunque la presidencia chilena -liderada por Carolina Schmidt- pretende tener listo el documento para que la cumbre finalice hoy, el mayor escollo continúa en la regulación de los mercados de carbono.
Ambición ecologísta
La ministra española en funciones para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, admitió este jueves que «las tensiones» en las negociaciones de la COP25 se centran en la disparidad de los países sobre el ritmo de su ambición climática.
«Hay muchas partes que dicen que tenemos que ir más deprisa, tener más ambición y reforzar el papel de la ciencia, mientras que otros pretenden que nos quedemos en esa letra pequeña del paso a paso y esas dos visiones se ven ya con mucha claridad».
La COP25 ha reunido a países que se ven a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático –laUE– con otros dirigidos por políticos que lo niegan, como Estados Unidos; a economías medianas que, lejos de recortar emisiones, vuelven a invertir en carbón e islas desesperadas ante los intentos de otros gobiernos de retrasar la lucha por el clima.
Horas antes de la clausura de la Cumbre del Clima, ayer aún permanecían abiertos temas clave. Entre ellos, la sensible cuestión de crear un mercado mundial de carbono para intercambiar derechos de emisiones de CO2, de manera que países y empresas puedan comprarlos cuando no puedan llegar a los objetivos de reducción a otros que no contaminen tanto, por su parte, los países no industrializados insistían en que antes de fijar compromisos en 2020 quieren que se evalúe lo que han hecho hasta ahora los países industrializados.