El reino de Nepal figura entre los que alguna vez han de visitarse, porque en buena medida pertenece todavía a los cuentos de hadas.
Aislado del mundo tras la cadena del Himalaya, que lo limita al noroeste, y por las junglas no menos accidentadas al sureste, Nepal resulta ser mucho más que tierra de nadie, entre China y la India, los dos colosos asiáticos con los que tiene frontera.
Maravilla al otro lado del Continente
Visitar Nepal es comenzar por su arquitectura y ritos religiosos en el Valle de Katmandú. El conjunto monumental de templos y plazas medievales que conserva la ciudad-museo de Bhaktapur, con toda su devoción y encanto artesanal a pie de calle.
Ciudad Sagrada de Pshupatinath
Te sorprenderás con las cremaciones en la ciudad sagrada de Pashupatinath, a orillas del río Bahmati, podrás dar vueltas y girar los molinillos de la oración en Stupa de Bodnath o visitar los monasterios que alberga la colina de Swayambhunath, que con sus reliquias de Buda acoge las peregrinaciones cada primavera.
Templos y reinos
Se dice que una de cada dos casas en Katmandú es templo y que por tanto, la mitad de su calendario se festeja religiosamente, ya que existen dioses específicos en Nepal hasta para el dolor de muelas.
Sin embargo, pese a su apretado horario de ofrendas, el ciudadano de Katmandú aún tiene tiempo para las compras en bazares tradicionales como el de Asan Tole.
La Plaza de Durbar en el casco antiguo, está declarado Patrimonio de la Humanidad y es el epicentro de la capital donde se han celebrado grandes festivales. La plaza cuenta con una arquitectura espectacular y alberga magníficos templos, pagodas, pabellones, palacios, y edificios oficiales que representan cuatro reinos ( Kantipur, Lalitpur, Bhaktapur y Kirtipur).
Visitar el Parque Nacional de Chitwan y realizar un Safari fotográfico con campamento en lodges o a ras de jungla será toda una aventura, podrás ver rinocerontes, osos, cocodrilos, cobras y por supuesto el temido tigre bengalí, la joya de la corona en Chitwan.
Conocer Pokhara, desde donde parten las expediciones a los montes Annapurnas, con alturas superiores a los 7500 m. No hay población nepalí que tenga realmente enfrente los 8848 m del fabuloso Everest, basta una habitación con vistas en Pokhara para contemplar las montañas más altas del mundo.
Un país con gente jovial y hospitalaria que te saluda con un namasté, que atrae a miles de turistas cada año, para visitar, su monasterios budistas e hinduistas, sus bulliciosos mercados y un paisaje natural único.