Ante el sonido de los tambores de guerra que llegan desde el Kremlin, occidente prepara un amplio paquete de medidas sancionadoras contra Rusia, en busca de hacer tambalear la economía del gigante del Este.
Vladimir Putin, presidente de Rusia, está dispuesto a entrar en guerra contra la OTAN si es necesario para asegurarse que esta organización no sigue expandiéndose hacia el Este de Europa, introduciendo en sus filas a nuevos países que antiguamente fueron parte del extinto bloque soviético, y que ahora pudieran ser un peligro para la seguridad de Rusia.
Lo cierto es que en el supuesto de que Ucrania entrase en la OTAN, los misiles del bloque occidental podrían presentarse en poco minutos en el corazón de la capital rusa, Moscú. Esto lo quiere evitar a toda costa Putin, que ha movilizado entre 100.000 y 175.000 militares a la frontera con Ucrania, según diversas fuentes sobre el terreno.
La Unión Europea teme un enfrentamiento bélico en su continente, y trata de templar la situación con gestos que en realidad no han representado ningún avance positivo en la situación. Con una mano baraja las posibles sanciones económicas que se van a aplicar a Rusia en caso de conflicto, y con la otra deja a los diplomáticos en Ucrania porque aún «no ve razones de peso para sacarlos de allí», en un gesto para aparentar normalidad.
Las medidas, absolutamente secretas a día de hoy, se pondrían en marcha de forma coordinada con EEUU y Reino Unido. El objetivo, dañar económicamente de una forma sin precedentes a Rusia. Fuentes europeas han descartado hacer publicas esas medidas, con el fin de preservar la seguridad, pero aseveran que un ataque a Ucrania “provocaría una respuesta a la altura del mayor desafío de seguridad que afronta Europa desde el final de la Guerra Fría”.