jueves, octubre 10, 2024
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JIVA, BUJARA Y SAMARCANDA. El corazón de la ruta de la seda

Los escenarios de los cuentos de las “Mil y una noches” parecen cobrar vida en esta pequeña parte del mundo. Mezquitas irreales coronadas por cúpulas de ensoñación, caravansares misteriosos, harenes con una decoración fastuosa, palacios sobervios y bazares atestados de mercancias que rememoran la mejor época de este fabuloso triumbirato, que configuran Jiva, Bujara y Samarcanda. Lo que hoy es conocido como Uzbequistan, albergaba y sigue albergando, la esencia de la Ruta de la Seda; todos los mitos que emanan de los desiertos de Asia Central cobran vida aquí. La ferocidad conquistadora de sus gobernantes, y el papel fundamental que jugaban las tres ciudades en la ruta comercial más larga de la historia de la humanidad, las enriqueció sobremanera, erigiendose como urbes faraónicas en un entorno carente de ciudades, donde la mayoría de la población era nómada.

En la llanura uzbeka, al norte del desierto de Kyzylkum, Jiva acogía a las carabanas que surcaban Asia de punta a punta, acarreando mercancias valiosas. Tras la desaparición del imperio Timurida, fue con la fundación de un kanato cuando la ciudad prosperó exponemcialmente durante casi tres siglos que fueron dorados, donde el comercio de esclavos adquirió una importancia capital. En la puerta este de la ondulante muralla que protege la ciudad, aún se conservan los nichos donde las personas eran expuestas para su venta. Hoy son almacenes de tenderetes que venden souvenirs para turistas. Intramuros, la Ichan-Qala o ciudad vieja está dominada por el Kuhna Ark. Una fortificación palaciega donde residía el Kan. Destaca la sala del trono, donde el soberano recibía visitas y dispensaba justicia bajo un precioso iwan, un pórtico cubierto de azulejos con motivos ornamentales exquisitos. La azotea del palacio, como no podía ser de otra manera, brinda las mejores vistas de Ichan-Qala.

Aunque la restauración del centro histórico ha sido intensa durante las últimas décadas, los primeros trabajos de recuperación del patrimonio con cierta intensidad lo hicieron los soviéticos, tanto en Samarkanda, como en Bujará o Jiva. Aunque hay mucho por hacer, hoy lucen flamantes las tres. Tanto que en ocasiones han sido tildadas de ciudades museo. Una afirmación que carece de todo sentido, nada más debemos dar unos pasos fuera de los ejes turísticos para darnos de bruces con la vida cotidiana de los uzbekos. En el caso de Jiva, toparás con calles sin pavimento y casas de adobe donde las familias hacen vida en la calle,

El entramado urbano, polvoriento, tortuoso y laberíntigo de Jiva, alberga una sorpresa en cada esquina; madrazas, mezquitas, mausoleos, palacios, alminares… Resulta casi imposible no imaginar como fue esta ciudad durante su pasado esplendoroso, cuando sus caravansares albergaban cientos de personas junto a sus bestias y las delicadas mercancias que transportaban, casi se pueden escuchar las pisadas de los dromedarios y la música nocturna de los artistas que amenizaban las noches de los mercaderes, que llegaban a la ciudad ávidos de ocio y diversión.

Fuente: Luxury Travel

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